Debe haber una salida… pero no la encuentro. ¿Una salida? Es
posible que lo que yo necesite no sea una salida; tal vez yo necesito una
entrada… una puerta a otro lugar más que una puerta DESDE este lugar. Lo que
parece más claro, y que realmente no lo es tanto, es que aquí no es un aquí y
allá es ese otro lugar, salida o entrada, que debe estar mejor… aunque si somos
honestos desde lo más profundo de la racionalidad, aquí no está tan mal… sólo
no puedo respirar. Y eso no me deja pensar bien… no puedo respirar, me ahogo…
pierdo perspectiva. No sé qué proceso mental me lleva a pensar que al salir de
aquí, o al entrar allá, mejore mi situación y pueda yo respirar… que no me
ahogue digamos… no lo sé. No tengo elementos, excepto los inmediatos y
coyunturales, es decir los del aquí y ahora, no los del allá y después, para
llegar a la conclusión de que allá es mejor que aquí, y que después debe ser
mejor que ahora; tal vez sea la falta de aire. Seguro es la falta de aire.
Me han alcanzado los números; un destino inexorable como
perfectamente predecible. Sólo me queda escribir sobre el asunto, con la
esperanza de que pueda yo respirar después de derramarme. Ha ocurrido
anteriormente, así que puedo intentarlo ahora. ¿Cómo sería eso? No lo sé bien;
tal vez es el efecto de repartir la infección, no quedársela uno dentro y
sacarla y ventilarla… derramarme pues. ¿Mejora mi perspectiva? Dicho sea con
honestidad, escribir no la mejora tanto como otros hábitos (malos, muy malos
hábitos por cierto) que centran el efecto vaporoso de sus impactos en la
disolución de los filtros que no permiten la perspectiva, de manera mucho más
efectiva. Pero el cántaro se resquebraja, se debilita, se llena de nada, pero
no permite que nada más entre. Pierdo piso por ganar perspectiva, digamos. Porque
al final y al principio de la historia, el hecho de que los números me han
alcanzado es inalterable.
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